La unión y la paz, dos consignas de la dirigente obrera Clara Zetkin con vigencia hoy

Este 8 de marzo se cumplen 109 años de que se celebrara en la ciudad de Copenhague, Dinamarca el II Congreso Internacional de Mujeres Socialistas, en donde Clara Zetkin propuso esa fecha para conmemorar y mostrar solidaridad con las luchas de las mujeres obreras de todo el mundo, las cuales pelearon por mejores condiciones de trabajo y prestaciones sociales para ellas y para las futuras generaciones.

En su discurso la dirigente comunista, referente de la lucha obrera y de mujeres, hizo un llamado a las obreras a manifestarse en contra de la guerra, la que se vivía en el campo de batalla por la amenaza latente de la Primera Guerra Mundial, donde la mayoría de los muertos fueron los hijos e hijas de la clase trabajadora, pero también de la guerra contra la vida a que la explotación capitalista somete a la mayor parte de la población. Estas palabras de Zetkin tienen vigencia aún hoy en día.

Recordemos el discurso de la dirigente comunista, abro cita:

“Mujeres socialistas de todos los países, en unión inseparable con la Internacional Socialista, combatan contra la guerra. La guerra moderna significa destrucción masiva y matanza masiva. Pero la guerra sólo es la extensión de la matanza masiva que el capitalismo desata cada hora de cada día contra los proletarios. Año tras año, cientos de miles de víctimas caen en el campo de batalla laboral de las naciones capitalistas desarrolladas, muchas más víctimas que en cualquier guerra. Entre esas víctimas, las mujeres son un número cada vez mayor. La guerra es sólo la explotación masiva más alocada por medio del capitalismo. Son los hijos de los proletarios quienes deben enfrentarse, matarse entre sí. Las mujeres y las madres deploran ese crimen y no sólo porque mutila los cuerpos de sus propios familiares, sino también porque destruye las almas. La guerra amenaza con todo los que las madres enseñan a sus hijos sobre la solidaridad y la comunidad internacional. Las mujeres pueden instilar en sus hijos profundos sentimientos contra la guerra, pero esto no significa que las mujeres no quieran hacer sacrificios. Ellas saben que es necesario luchar y morir en la lucha por la libertad. La lucha contra la guerra, y la lucha por la libertad, no pueden librarse sin las mujeres” cierro cita.

Pensemos estas palabras desde su contexto y su actualidad desde el nuestro. Primero el llamado de las socialistas estaba dirigido a respaldar las luchas obreras de las mujeres en Estados Unidos y Europa, principalmente, por mejores salarios y una jornada laboral más corta, pero también exigiendo el reconocimiento del sufragio femenino en el mundo.

En segundo lugar, el de las socialistas era un llamado a la paz en medio de la amenaza latente de una guerra mundial, la cual finalmente cobro entre 10 y 13 millones de vidas derivado de la violencia directa y otras 20 por enfermedades a causa de las condiciones de miseria y pobreza que el conflicto dejo.

Pero pensemos cual es la actualidad de las palabras de Clara Zetkin, para lo cual es necesario reconocer que lastimosamente la explotación es una realidad innegable de nuestro modo de producción, pero más aún que los logros  por los que las mujeres obreras de las fabricas textiles en Estados Unidos y el mundo pelearon han sido casi acabados por la rapacidad del triunfo del capitalismo neoliberal, ya que el mismo difumino la jornada de 8 horas, al imponer la compartimentación del trabajo; acabo con los derechos a la libre organización sindical con los contratos a prueba y las contrataciones cada determinado tiempo, terminando así con prestaciones que a muchas trabajadoras y los trabajadores les costaron la vida, como el derecho a gozar en el retiro de una jubilación y pensión digna.

Lo anterior, aplica no solo para un país, sino que fueron los estragos del neoliberalismo en el mundo, incluido México. Sin embargo, las trabajadoras a las que las socialistas de 1910 dirigían sus mensajes, también nos heredaron a las mujeres trabajadoras de hoy su experiencia de lucha, sus formas de solidaridad y de protesta.

Hoy las herederas de esas luchas son las mujeres que en Matamoros se organizan en el movimiento 20/30, que significa una lucha por un aumento del 20 por ciento directo al salario y el pago de un bono al que por ley tienen derecho de 32 mil pesos, recursos que no son suficientes para recuperar el poder adquisitivo que la clase trabajadora ha perdido desde la década de los 80, pero son cuya obtención es un primer paso para recuperar todo los derechos que el neoliberalismos quiso extinguir.

Herederas de esas luchas también son las jornaleras agrícolas de San Quintín quienes con sus compañeros de trabajo y de vida, buscan el reconocimiento de su derecho a organizarse y un aumento salarial digno. Los dos anteriores son solo un ejemplo de lo que hoy ocurre.

En el tema de la guerra, nosotras no podemos dejar de ver el pasado, y todo lo que nos costaron en términos de vidas y de tranquilidad las peleas de grupos de poder que persiguen intereses de una minoría.

Es por eso que, cuando los tambores de guerra tocan a nuestra región con una buscada invasión de parte de los Estados Unidos, apoyado por Colombia y Brasil, en Venezuela nosotras no podemos abandonar los principios diplomáticos que han enaltecido a México, expresados en la doctrina Estrada, que señalan que ningún país requiere el reconocimiento de otro para establecer un gobierno.

Hoy miles de voces, principalmente de derecha, claman por el apoyo para el establecimiento de un gobierno impuesto desde el exterior en Venezuela y nosotras no podemos apoyar eso. No cerramos los ojos, vemos que Venezuela al igual que Haití, tienen serios problemas, que han polarizado a la población, pero el apoyo humanitario debería servir para atender la emergencia de comida y atención médica, no para imponer gobiernos. Deben ser los pueblos de esos países quienes encuentren el camino a la paz en sus territorios.

Estas son algunas lecciones que nos dejan las luchas de las mujeres que motivaron el surgimiento del 8 marzo, que como dije, hoy cobran más vigencia que nunca.

En México, esas luchas de las mujeres trabajadoras, y otras que vendrían posteriormente, nos heredaron muchos derechos: como el derecho a votar, a asistir a la escuela, de ser profesionistas, de trabajar, de disfrutar de nuestra sexualidad sin los tabúes que la sociedad patriarcal nos impone.

Por nuestros derechos ganados debemos reconocer a nuestras luchadoras del pasado, pero también debemos reconocer que los anteriores derechos aún no son una realidad para millones de mujeres que por diversas circunstancias no pueden participar políticamente, que no llegan a la escuela porque persiste la idea que eso es cosa de hombres o que aun que están preparadas y quieran trabajar el peso de las tareas domésticos y de cuidados les impide realizarse profesionalmente.

También, es necesario reconocer que la violencia hacia las mujeres por el siempre hecho de nacer mujeres nos sigue afectando a todas, que, pese a que podemos votar, aún no alcanzamos la misma representación y capacidad de toma de decisión en los puestos de elección popular debido a la desigualdad, que aún por el mismo trabajo recibimos menor paga.

Recordar esto, es necesario porque debemos ser conscientes de que lo que tenemos no es un regalo, sino producto de la lucha incansable de las generaciones de mujeres pasadas, y que por lo mismo tenemos el derecho y el deber de defender cada centímetro de terreno ganado, pero también debemos luchar por ganar más, por lograr una sociedad donde el ser mujer no represente una desventaja en la vida de ninguna de nosotras.