Violencia de Estado

Para las Naciones Unidas, “la violencia contra las mujeres, no puede ser parte de una abstracción, considerándola un acto individual de determinada persona en circunstancias específicas”, así mismo Teresa C. Ulloa Ziáurriz, Directora de la Coalición Contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC) menciona que la violencia es “un mecanismo para mantener la autoridad de los hombres, reforzando las normas patriarcales vigentes y en consecuencia, para rastrear los factores que convergen con ella, hay que pensar en un contexto social como el de las relaciones de poder ”, en las cuales la cultura juega un papel fundamental, ya que es una de las principales causas de los diferentes tipos y modalidades de violencia cometidos contra las mujeres y las niñas.

El Estado, en éste sentido, es incapaz de garantizar a las mujeres una vida libre de violencia, de actuar con legalidad y hacer respetar sus derechos, de procurarles justicia, de prevenir y erradicar los factores la ocasionan, es por eso que denominamos violencia de estado hacia las mujeres a todos aquellos actos violentos los cuales dejan de ser actos individuales ya que se engranan en un contexto más complejo.

Una de esas  expresiones es el feminicidio, el cual, se conforma por el conjunto de hechos violentos y misóginos contra las mujeres que implican, en un primer momento, la violación de sus derechos humanos atentando contra su seguridad y finalmente, contra su vida al culminar con la muerte violenta de mujeres. Estos hechos llegan a consumarse, la mayoría de las veces porque las autoridades son omisas, negligentes o se coluden con agresores, reforzando la  violencia institucional sobre las mujeres, al obstaculizar su acceso a la justicia y con ello contribuyen a la impunidad, a la ruptura del derecho.

Es por  esto, que los feminicidios se contemplan dentro de los “crímenes de estado”. La sociedad disculpa a quienes ejercen e interpretan las leyes a su antojo y repiten patrones violentos, como por ejemplo los que ejercen violencia hacia su pareja, son disculpados y justificados con el argumento de que es “normal” y así se manifiestan las emociones entre parejas, este tipo de situaciones refuerza las conductas violentas y son muestra de impunidad.

El concepto de feminicidio indica el carácter social y generalizado de la violencia basada en las desigualdades de género y cuestiona los argumentos que tienden a disculpar y mostrar a los agresores como personas que en algunos casos “padecen de sus facultades mentales” o en ocasiones, lo justifican con argumentos como que el agresor en su infancia fue agredido(a) sexualmente, o en la frase: “la maté porque era mía”.

Aunque tales hechos pueden coincidir con el perfil del agresor(a), en el fondo, es el entramado de relaciones de poder que significa el sistema patriarcal basado en las diferencias de sexo y clase el verdadero culpable.

El sistema patriarcal, basado en las diferencias de sexo, posición económica, etnia, edad, discapacidad, o diversidad sexual se hace presente cuando hablamos de feminicidios, y es por esto que, es necesario el uso de éste concepto, puesto que la visibilización y concientización de la gravedad de tales hechos es la única herramienta con la que contamos para exigir justicia para las víctimas.

Otra de las manifestaciones de violencia de estado hacia las mujeres, es aquella en la que se colonizan los cuerpos de las mujeres, ya sea mediante la propiedad individual por medio de la familia y consagrada en los contratos matrimoniales, la prostitución legal e ilegal o a través del terror y la violación.

Vale la pena resaltar la violación como una forma de humillar y aterrorizar a las mujeres y por ende a la población civil de los territorios en “guerra”, además de ser una forma de socavar la moral de los enemigos convirtiéndose en una práctica que inspira terror a las mujeres en cualquier conflicto ya sea armado o no. Ejemplo de esto, son los casos en los que los soldados o policías, al momento de irrumpir en las poblaciones consideran a las mujeres como una especie de botín carnal, convirtiendo a la violencia sexual en un arma de guerra hacia las mujeres, practicando violaciones como una forma de dominio y terror.

En las sociedades tradicionales, la violación es interiorizada por la víctima, su familia y la sociedad a la que pertenece y es por lo tanto una forma de destruir el “orgullo” de los pueblos vencidos, es por esto que desde tiempos inmemoriales se ha empleado.

La violación de mujeres en los conflictos sociales no constituye un daño colateral, se trata de un instrumento para amedrentar al enemigo, aprovechando la desigualdad de las mujeres producto del sistema patriarcal y que inclusive se lleva a cabo durante tiempos de aparente paz, aunque en el fondo se trate de una forma de control social.

Si a esto le sumamos el hecho de que las violaciones no sólo se muestran como “incontrolables y espontaneas” si no que además encuentran justificación política en la cultura de represión e impunidad y en el desprecio por los derechos humanos de aquellos que son sometidos, podemos ver que la defensa de los derechos humanos de las mujeres nunca ha sido del todo real aunque los organismos internacionales oficiales que “velan por los derechos de la mujeres” nos digan lo contrario, y ésta incongruencia alimenta además el oportunismo de los partidos políticos electorales.

En nuestro país tenemos la trágica historia de lo sucedido en Atenco en 2006, donde las torturas y violaciones a las mujeres fueron producto de una misoginia estructural; los policías sometieron a las mujeres siguiendo un tradicional código de ensañamiento y sadismo policiaco común en México, que justifican de propia voz hombres con argumentos “para que ellas aprendan”, o un “así somos los hombres”, llamando a las mujeres mentirosas o restando importancia a sus declaraciones. Actos como éste son violencia de Estado.

En nuestro estado hace varios años vivimos en “alerta” Nacional por violaciones de mujeres cometidas tanto por militares, policías y grupos de narcotraficantes. Y aunque no existen datos fiables de cuantas niñas, jóvenes y mujeres adultas han sido violadas, secuestradas y obsequiadas como trofeos humanos, según datos del Sistema de Información del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se estima que una mujer al menos ha sido violada al día, de enero a julio de 2013, 258 mujeres denunciaron haber sido violadas, la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) ha recibido un total de 1, 672 quejas de violaciones por integrantes del Ejército Mexicano de 2007 a 2013,  60 solamente en 2013.

Esta arma de la violencia contra las mujeres es utilizada para ejercer poder y cada vez de manera más frecuente. Estas violaciones en masa sirven como una forma de limpieza social para hundir la moral del pueblo víctima y someterle definitivamente, la violencia contra las mujeres ejercida por poder en tiempos de guerra social tiene en la actualidad exactamente los mismos objetivos: hundir la moral, romper el tejido social para someter no solamente a las mujeres -que son evidentemente el primer objetivo- sino a todas las víctimas, hombres incluidos, de sus políticas inhumanas y neoliberales.

Finalmente, si bien es necesario prevenir, investigar y castigar los actos de violencia contra las mujeres, indistintamente de las formas que adopte dicha violencia, ya ocurra en el hogar, en el lugar de trabajo, en la comunidad o sociedad, bajo custodia o en situaciones de conflicto armado. Es necesario avanzar en la visibilización de la violencia, fundamentalmente la estructural, condenar todo tipo de violencia contra las mujeres y no invocar costumbres, tradiciones o prácticas en nombre de la religión o la cultura para eludir su obligación de eliminar dicha violencia. Ser impulsoras de espacios democráticos que nos permitan enfrentar esta lucha contra la violencia, por lo que se vuelve urgente la organización de las mujeres no solo en una agenda de género si no en un programa que nos ayude a eliminar el origen de esta violencia.