La sexualidad es un tema inmerso en prejuicios y miedos, hablar de esto con los niños y las niñas provoca vergüenza y limita la comunicación, en muchas ocasiones las instrucciones se basan en advertencias alarmistas y atemorizantes, las cuales no enseñan qué hacer, cómo hacerlo y simplemente provocan la construcción destructiva en relación al cuerpo, los genitales, el placer sexual y el abuso sexual, sin embargo, mientras no existan procesos de prevención integrados en la educación sexual, la niñez será más vulnerable y susceptible de ser víctimas de diferentes formas de abuso sexual.
Las niñas se pueden convertir en las víctimas más vulnerables por factores como la falta de educación sexual, la baja autoestima, la necesidad de afecto y atención, la actitud pasiva), la tendencia a la sumisión, la baja capacidad de tomar decisiones, que la niña esté en aislamiento, la timidez o retraimiento, características propias de la construcción cultural del género femenino. Frecuentemente las niñas pueden ser influenciadas por adultos que conocen, y usan la intimidación para efectuar el acto. Frecuentemente el abusador es una persona de autoridad en el que la niña confía o ama.
La sexualidad nace con la persona, se empieza a reconocer en la adolescencia. Pero el erotismo, el deseo sexual y la libido aparecen con el cambio hormonal en la adolescencia, las niñas no tienen deseo sexual a menos que un adulto las estimule a tenerlo, no existen niñas promiscuas, existen niñas abusadas, no existen niños abusadores, existen niños abusados que repiten lo que se les hace.
Desde la perspectiva criminológica-victimológica, la niña es una víctima vulnerable, inocente, indefensa, que no tiene posibilidades de defenderse y generalmente no puede pedir ayuda.
Un artículo publicado en el periódico La Jornada México declaró que según estimaciones de la Secretaría de Salud (SSA), en México ocurren alrededor de 120 mil violaciones por año, es decir, aproximadamente a cada cuatro minutos. De estas, 65% son contra mujeres de entre 10 y 20 años, cuyos agresores pertenecen en 70% de los casos a su entorno social y familiar.
La invisibilidad y la naturalidad radican en el hecho de un sistema de creencias y teorías basadas en la educación tradicional, cuyo objetivo es romper la voluntad de los niños y niñas para convertirlos en seres dóciles y obedientes. Las técnicas para lograrlo están ampliamente detalladas en los escritos pedagógicos, escritas para inducir al condicionamiento temprano de la educación para la obediencia.
El abuso sexual infantil ha sido una de las tipologías de maltrato más tardíamente estudiado. La investigación sobre maltrato infantil se inició focalizándose en el análisis de los malos tratos de tipo físico, definición desarrollada por Arrubarrena y de Paúl en el año de 1999. No obstante cuando se abusa sexualmente de una niña no sólo hay un daño físico, sino que generalmente existe una secuela psicológica. Debido a la ausencia, en numerosas ocasiones, de un daño físico visible, así como a la no existencia de un conjunto de síntomas psicológicos que permitan su detección y diagnóstico unívoco.
En el libro “Terapia del Abuso Sexual” de Michael Durant, en uno de sus capítulos despliega el punto de vista de la Psicoterapeuta Amanda Kamsler, en el cual se afirma que la experiencia de agresión sexual lleva inicialmente a la niña a experimentar una serie de sentimientos confusos y abrumadores que influyen profundamente en la precepción de sí misma; la niña puede considerarse mala y sucia y a creer que debe avergonzarse por ser víctima de abuso sexual. Este último sentimiento con frecuencia es alentado por el agresor, que debe apelar a toda clase de recursos para estar seguro de que el acto debe de permanecer en silencio.
Basada en estas experiencias la niña comienza a desarrollar sus propios mecanismos para afrontar la vida, por ejemplo el secreto y la reserva; se avergüenza cuando le va mal y esto fortalece su opinión negativa sobre sí misma. La víctima responde ante los miembros de su familia y ante los demás con actitudes que pueden llegar a pensar que la niña es “perversa” o esta “perturbada”, ella puede actuar de manera sexualmente provocativa, puede ponerse agresiva o conducirse de manera caprichosa. El contexto familiar puede convertirse en un sistema de apoyo vital para estas opiniones que continúan teniendo un efecto negativo en su autoimagen y en su experiencia de sus relaciones. El descubrimiento, la revelación del abuso puede agravar los pensamientos y la conducta de la niña si las personas a quien se confía no le creen. Las experiencias de las interacciones en otras significativas relaciones de la mujer ya adulta puede alentar de manera adicional la persistencia de las respuestas y las creencias habituales.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) considera que la explotación sexual comercial infantil es una grave violación de los derechos humanos de niños, niñas y adolescentes, y una forma de explotación económica análoga a la esclavitud y al trabajo forzoso, que constituye además un delito por parte de los que utilizan a niñas, niños y adolescentes para el comercio sexual.
La explotación sexual infantil comprende todos los aspectos siguientes:
- La utilización de niños y niñas en actividades sexuales remuneradas, en efectivo o en especie, (conocida comúnmente como prostitución infantil) en las calles o en el interior de establecimientos, en lugares como burdeles, discotecas, salones de masaje, bares, hoteles y restaurantes, entre otros.
- La trata de niños, niñas y adolescentes con fines de explotación sexual.
- El turismo sexual infantil.
- La producción, promoción y distribución de pornografía que involucra niños, niñas y adolescentes.
- El uso de niños en espectáculos sexuales (públicos o privados).
Del mismo modo, en el Congreso Mundial contra la Explotación Sexual Comercial Infantil (1996) se definió que la explotación sexual comercial infantil es “una forma de coerción y violencia contra los niños que equivale al trabajo forzoso y a una forma contemporánea de esclavitud”, mientras que en el Protocolo de Naciones Unidas para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente de mujeres y niños (conocido como el “Protocolo de Palermo”), definió que el término “explotación” incluye “la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos”.
Según el Canal Solidario México, de la organización “Hazloposible” con sede en Barcelona y Madrid, España, el tráfico sexual infantil es una situación en donde el niño vive constantemente de abusos, drogas, violencia familiar y pobreza. Esta organización declaró que cerca de 16.000 niños de entre 8 y 17 años son víctimas de la prostitución en México y se encuentran concentrados en los destinos turísticos de Cancún y Acapulco donde son tratados como mercancías; en las ciudades fronterizas de Tapachula (al sur del país), Tijuana y Ciudad Juárez (al norte) se les engancha con deudas o drogas; y en los grandes centros urbanos como el Distrito Federal o Guadalajara se ofrecen al turismo sexual por catálogo. Estos son los resultados de un minucioso estudio dirigido por Elena Azaola del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) y financiado por el Fondo de las Naciones Unidas para la protección Infantil (UNICEF) titulado Niñas y Niños víctimas de explotación sexual en México.
La OIT, la UNICEF, y la Iniciativa Mundial de las Naciones Unidas para Luchar contra la Trata de Personas, presentaron el 15 de septiembre de 2009 el Manual de capacitación para combatir la trata de niños y niñas con fines de trabajo infantil, explotación sexual y otras formas de explotación, en el cual se expusieron temas sobre el aprovechamiento sexual infantil, aseverando que el tráfico es un problema de ámbito mundial que afecta a gran cantidad de niñas y niños. Asegura que según algunas estimaciones, el número de infantes que cada año son víctimas de la trata de menores de edad se eleva a 1,2 millones. Existe una demanda considerable de estos niñas y niños, ya que son empleados como mano de obra barata o en la explotación sexual. Con frecuencia, las victimas ni sus familias son conscientes de la amenaza que representa este delito, creyendo que lo que les aguarda en otros países es un trabajo y una vida mejor.
También se exterioriza en dicho documento que la trata de menores de edad es una actividad lucrativa y que está vinculada a redes de delincuencia y corrupción. Dado que se desarrolla casi siempre en la clandestinidad, su detección resulta difícil. La trata de menores comporta en todo caso una vulneración del derecho de la niña o niño a crecer en el seno de un entorno familiar. Además, la trata de menores conlleva invariablemente para estas niñas y niños una serie de peligros, como la violencia y el abuso sexual. En ocasiones, estas niñas y niños que son víctimas de la trata de personas padecen incluso arresto y detención por emigración ilegal.
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