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“Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”, dijo en más de una ocasión, Minerva, la más activa de las hermanas Mirabal.

A los 60 años del asesinato de las tres mariposas, Minerva, Patria y María Teresa, por orden del dictador Dominicano Rafael Leónidas Trujillo, la lucha por la eliminación de la violencia contra las mujeres sigue siendo urgente.

La violencia machista es un monstruo del mi cabezas en cuyas caras o expresiones se refleja lo más terrible de la humanidad y que a su vez funciona de arma perfecta para el dominio patriarcal y capitalista sobre nuestros cuerpos y nuestras mentes. Así, todas vemos a este monstruo a la cara y desde las más sutiles muestras hasta los más terribles actos, nos encontramos con él en algún momento de nuestras vidas.

Uno de estos rostros es el del feminicidio, que es el asesinato mujeres por el simple hecho de ser mujeres. ¿Qué lo diferencia de un homicidio? Los signos de violencia sexual, las lesiones o mutilaciones, los antecedentes de violencia, que hayan existido una relación entre la víctima y el victimario, las amenazas o agresiones previas al asesinato, que la víctima haya sido incomunicada y que el cuerpo haya sido expuesto o exhibido en un lugar público, entre otras.

Es esta forma de violencia machista, la más cruenta y la más clara muestra de que en la situación actual de las cosas las mujeres no ejercemos el poder ni la decisión sobre nuestras vidas y es terrible saber que aun conociendo el contexto e identificando las características que hacen de una muerte violenta de mujeres un feminicidio, se nos continua culpando a nosotras: por ocupar el espacio público, por tomar nuestras propias decisiones, por disfrutar de nuestra sexualidad, por elegir ser libres.

Históricamente, hemos sido las mujeres trabajadoras y las hijas de familias trabajadoras las que alimentamos mayormente los números de feminicidio, y somos las maestras, empleadas domésticas, estudiantes, enfermeras, jornaleras, amas de casa, costureras, migrantes, indígenas, campesinas, trabajadoras en fábricas, las más violentadas.

Este monstruo, que es la violencia machista lo encontramos diariamente en nuestras vidas, y con sus múltiples rostros nos observa y nos acecha. ¿Cómo comenzar el día sin saber si regresaremos a nuestro hogar?; estar controladas en el noviazgo o matrimonio; sufrir acoso en la calle y trabajo, por medio de gritos, chiflidos indeseados e incluso que nos toquen sin consentimiento; amenazadas por quienes se creen dueños de nosotras; escuchar y ver a diario que en los medios de comunicación aparecen nuevas caras de mujeres y niñas desaparecidas y asesinadas, noticias o notas rojas cuyos titulares son: ¡12 feminicidios ocurren al día en Latinoamérica, de cuales 7 son en México! o ¡En promedio cada cuatro horas ocurrió la muerte violenta de una niña o mujer!.

Actualmente en Michoacán ya se suman 2090 mujeres que han sido asesinadas en el 2020. Bajo este contexto se reporta que 19 de cada 100 mujeres son asesinadas a golpes, 24 de cada 100 son asesinadas con arma de fuego, 13 de cada 100 son estranguladas, ahorcadas o ahogadas, 13 de cada 100 son atacadas con armas cortantes o punzocortantes y 31 de 100 son asesinadas de otras maneras.

Manifestamos, que tales expresiones de violencia no solo resultan de un feminicida o agresor en lo individual, sino que responden a una estructura cuya base es el Estado: la tolerancia de los gobiernos en turno que permite que no exista ningún costo para el asesino, las instituciones religiosas que justifican que nos asesinen porque somos imprudentes y porque no cuadramos con su moral milenaria, las órdenes militares y estructuras policiales que perpetúan, revictimizan y nos violentan directamente. Instituciones que con sus acciones aterrorizan a la población, especialmente a nosotras las mujeres, y se encargan de que recibamos el mensaje de que “si matan a una, pueden matar a cualquiera”.

Actualmente y desde que fue declarada la cuarentena el pasado mes de marzo, observamos que el confinamiento genera condiciones para que las violencias machistas se incrementen, el aislamiento produce una limitación de la movilidad que aumenta sustancialmente la violencia contra nosotras, contribuye a la impunidad y aumenta las barreras que nos impiden liberarnos de este tipo de situaciones. En definitiva, el confinamiento nos ha atrapado en un círculo de violencia que se nos presenta como un flagelo imparable.

Sin embargo, a la par del incremento de las violencias, nos da gusto saberos cada vez más fuertes y unidas: denunciamos las acciones de cínica represión a los derechos humanos por parte de los cuerpos policiacos en Quintana Roo, Culiacán, Guanajuato, Estado de México y Chihuahua en contra de las manifestaciones de compañeras que se organizan para exigir justicia. Y a las y los que luchan les decimos que creemos fervientemente que cuando un pueblo ve como normal la violencia hacia las mujeres, es signo de una ceguera crónica que el Estado con todos sus aparatos se ha encargado de normalizar, pero que nosotras, conscientes de esta situación no daremos marcha a tras en el proceso de organización y movilización colectiva ante tales injusticias. 

No olvidamos a las compañeras que hoy no están aquí, NOSOTRAS LAS NOMBRAMOS, pues son nuestro motor de lucha y nuestra fortaleza, por ellas y por todas. Recordemos nuestra historia y a todas las mujeres que antes que nosotras demostraron la resistencia ante las crisis y a un entorno que nos asesina ya sea lentamente través de sus políticas de precarización o directamente ejerciendo la violencia feminicida.

Mientras una sola mujer sea abusada, violada, humillada, asesinada; mientras una sola de nosotras siga siendo oprimida en el hogar y/o en el trabajo, el estado capitalista patriarcal nos seguirá imponiendo condiciones de miseria.

Tomamos el espacio público para exigir justicia: por Mallinali Saucedo, por Satya López, por Lucía Pérez, por Valeria, por Victoria Pamela, por Jessica Gonzáles, por las que faltan y por todas aquellas que no han sido identificadas, alto a los feminicidios y la violencia.

Hoy reconocemos al monstruo, lo vemos a la cara y llamamos a organizarnos, porque solamente unidas y organizadas lograremos pararlo.

¡NI UNA MÀS!

LAS MATRIOSKAS

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