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Matilde Petra se enfrentó al rechazo de la sociedad conservadora y machista del México del siglo XIX que puso incontables obstáculos en su camino, fue la primera mujer que pudo graduarse como médica en la República Mexicana.

“Mujer que sabe latín, ni tiene marido ni tiene buen fin” es un dicho que se aplicaba con todo el rigor de las palabras. En la Facultad de Medicina, al igual que las demás facultades de la Real y Pontificia Universidad de México, durante poco más de 250 años no se encuentra ningún registro de alguna mujer inscrita como alumna.

Matilde Petra Montoya Lafragua (1857-1938) ingresó a la Escuela Nacional de Medicina en 1870, recibió su titulo de partera en mayo de 1873. Al cumplir los 18 años, se instaló en 1875 en la ciudad de Puebla, ejerciendo como partera alcanzó enorme prestigio y clientela, desafortunadamente sufrió de calumnias y difamación, Prueba de ello, fueron los ataques en varios periódicos locales, publicando violentos artículos en los que convocaban a la sociedad poblana a no solicitar los servicios de esa mujer poco confiable, acusándola de ser “masona y protestante”, razón que la obliga a partir hacia Veracruz.

Pasada la oleada de ataques, regresó a Puebla y pidió su inscripción en la Escuela de Medicina. Fue aceptada en una ceremonia pública a la que asistieron el Gobernador del Estado, todos los Abogados del Poder Judicial, numerosas maestras y muchas damas de la sociedad que le mostraban así su apoyo. Sin embargo, los sectores más radicales redoblaron sus ataques, publicando un artículo encabezado con la frase: “Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médica”.

Agobiada por las críticas, Matilde Montoya regresa a la Ciudad de México, donde por segunda vez solicitó su inscripción en la Escuela Nacional de Medicina. Varios docentes y alumnos opositores solicitaron que se revisara su expediente antes de los exámenes finales del primer año, objetando la validez de las materias del Bachillerato que había cursado en escuelas particulares.

A Montoya le fue comunicada su baja. Solicitó a las autoridades que si no le eran revalidadas las materias de Latín, Raíces Griegas, Matemáticas, Francés y Geografía, le permitieran cursarlas en la Escuela de San Ildefonso por las tardes. Su solicitud fue rechazada, ya que en el reglamento interno de la escuela el texto señalaba “alumnos”, no “alumnas”.

Desesperada, Matilde Montoya escribió una carta al Presidente de la República, General Porfirio Díaz, quien dio instrucciones al Secretario de Ilustración Pública y Justicia, Lic. Joaquín Baranda, para que “sugiriera” al Director de San Ildefonso dar facilidades para que la Srita. Montoya cursara las materias en conflicto, ante lo que no le quedó más remedio que acceder.

Tras completar sus estudios con buenas notas y preparar su tesis, Matilde Montoya solicitó su examen profesional. Nuevamente se topó con el obstáculo de que en los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina se hablaba de “alumnos” y no de “alumnas”, por lo que le fue negado el examen. Una vez más, dirigió un escrito al Presidente Porfirio Díaz, quien decidió enviar una solicitud a la Cámara de Diputados para que se actualizaran los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina y pudieran graduarse mujeres médicas.

Como la Cámara no estaba en sesiones y para no retrasar el examen profesional de Montoya, el Presidente Díaz emitió un decreto para que se realizara de inmediato el 24 de agosto 1887. Hubo quien publicó que Matilde Montoya se había recibido por decreto presidencial.

Escribió su tesis sobre un tema novedoso en su tiempo “Microbiología. Trabajo escrito para el examen general de Medicina, Cirugía y Obstetricia, presentado por Matilde P. Montoya. Técnica de laboratorio en algunas investigaciones clínicas” Para su examen profesional -el 24 de agosto de 1887-, en lugar de disponer el Salón Solemne de Exámenes Profesionales, se le asignó un salón menor.

Faltando pocos minutos para el examen, llegó un mensajero avisando que el Señor Presidente Porfirio Díaz salía a pie de Palacio Nacional, acompañado de su esposa Carmelita y algunas amistades, para estar presente en el examen profesional de la Srita. Montoya.

Rápidamente abrieron el salón de actos solemnes, donde se realizó el examen durante dos horas, cumpliendo con todos los puntos reglamentarios. Matilde Montoya contestó correctamente todas las preguntas que se le hicieron y fue aprobada por unanimidad. Al día siguiente, Matilde realizó su examen práctico en el Hospital de San Andrés ante la presencia del jurado y, en representación del Presidente, su Secretario Particular y el Ministro de Gobernación. Después de recorrer las salas de pacientes, contestando las preguntas relacionadas con distintos casos, la examinada pasó al anfiteatro, donde realizó en un cadáver las resecciones que le pidieron, siendo aprobada por unanimidad.

El Ministro de Gobernación leyó un discurso elogiando a la Profesora en Medicina y Cirugía Matilde Montoya y, al día siguiente, la mayoría de los periódicos festejaron la victoria final después de tantas batallas de la Señorita Matilde Montoya, Primera Médica Mexicana.

Hoy en día, la historia ha cambiado. En 1980 se contaba con 34.1% de alumnas y casi 66% de alumnos en la Facultad de Medicina de la UNAM, para la carrera de médico cirujano. En 2003 el predominio es femenino, se registró un 64% de mujeres matriculadas en contraste con los hombres que representan el 36%. La situación en otras instituciones públicas y privadas de medicina del país se encontró que en 1980 había 32.5% para las públicas y 35.5% en las privadas, estos porcentajes de estudiantes mujeres se fue incrementando hasta el 52% y 49.6% respectivamente para el 2003.

La igualdad, en cuanto a la posibilidad de estudiar marca que al año 2004, 1 millón 940 mil 208 personas estaban inscritas en alguna carrera universitaria o tecnológica (educación superior), 51% eran hombres y 49% mujeres.

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