¡Las trabajadoras movemos al mundo!

A 110 de la primera conmemoración del 8 de marzo, estamos aquí para poner al centro del discurso la pertenencia de clase y abonar a recuperar nuestra memoria histórica.

Hoy en pleno crecimiento de lo que varias caracterizan como Cuarta Ola del Feminismo, es necesario recalcar la pluralidad que existe en el movimiento y rechazar los intentos de polarizar el debate en sólo dos posturas que borran nuestra diversidad colectiva.

Nosotras estamos convencidas de que debemos reivindicar el 8 de marzo como una conmemoración surgida de la lucha de las mujeres obreras, que nos permita reflexionar que la mayoría de la población femenina padece la opresión que genera vivir en un sistema patriarcal amalgamado profundamente con la explotación cotidiana que vivimos en el capitalismo.

Sólo por señalar algunos datos, se estima que más de la mitad de las personas que ahora se encuentran en situación pobreza desde el año pasado, son mujeres, el sector informal alberga a más de 10 millones de trabajadoras que no cuentan con prestación alguna. La pérdida de empleos por la pandemia fue mayor en mujeres que en hombres, con un 2.3 para mujeres frente al 1.3 de los hombres, y las mujeres que si cuentan con un trabajo formal se emplean bajo condiciones de mayor precariedad salarial, flexibilización, incertidumbre e inestabilidad laboral.

Se estima que en México la población de mujeres trabajadoras es de alrededor de 20 millones, 22% ganan un salario mínimo al día. A esto se le suma que las trabajadoras nos incorporamos al mercado laboral con una carga doble. Al mismo tiempo que participamos en el trabajo asalariado, somos las responsables del trabajo doméstico y de cuidados dedicando a estas actividades un 65% frente al 22% del que destinan los hombres.

Y ¿En quién recaen los trabajos de cuidados durante esta pandemia? Somos las abuelas, madres, hermanas, tías e hijas las que los realizamos, no por moral o gusto o por amor, sino porque el patriarcado y capitalismo ha puesto todo este trabajo sobre nuestros hombros para incrementar sus utilidades privadas.

Esta fecha nos permite repensar nuestras condiciones de vida y lo poco que el actual sistema económico nos ofrece. Solo así nos plantearemos qué queremos para nosotras y para las que vienen después de nosotras. Es por ello que el feminismo que reividicamos es socialista, anticapitalista, antipatriarcal, antiracista, anticolonialista y antiimperialista. Y esto es para nosotras un feminismo que es tan radical, porque va a la raíz de los problemas, pero que se plantea como incluyente ya que tiene una perspectiva desde las trabajadoras y los pueblos.

Solo un feminismo que luche contra el racismo, puede entender las opresiones propias de las mujeres afro e indígenas, solo un feminismo que luche contra el imperialismo extractivista puede hermanarse con las demandas de las mujeres defensoras del territorio, en su mayoría también indígenas, solo un feminismo que luche contra la explotación a la que esta sometidas las mujeres trabajadoras, puede hermanarse con estas y sus luchas cotidianas, además de pensar en acabar con todas las formas de opresión y explotación. Y esto requiere de un dialogo tejido desde abajo.

Por ello, pugnar por recordar las enseñanzas que nos deja el origen del 8 de marzo es hoy más que nunca importante y necesario. Estamos en la ruta de una verdadera revolución feminista del mundo, la cual tiene como limite el que nosotras le impongamos.

Nosotras como muchas otras, pensamos que el feminismo es una poderosa arma transformadora, el reto esta poder imaginar de forma colectiva el mundo que queremos y no permitir que nuestro movimiento se convierta en un mecanismo que ayude a que nuestras opresores y explotadores también tengan rostro de mujer. Es por eso, que ampliar la presencia e influencia política del feminismo de clase, es una necesidad urgente si queremos que nuestras propuestas sean eficaces y efectivas.

Finalmente, citando a Rosa Luxemburgo, hoy decimos: “luchamos por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”.

¡Una mujer que lucha es una mujer libre!

Las matrioskas