La Necesidad de un Feminismo para las Mujeres Trabajadoras
¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE UN FEMINISMO DE CLASE?
Buenas tardes compañeras de las distintas organizaciones. Es un honor para mi compartir mesa en el marco de esta conmemoración por el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras.
Primero: ¿porque recuperar el sentido de clase de la fecha?
Cuando hablábamos con las compañeras de Las Matrioskas, organización de la que formo parte, sobre como nombrar este conversatorio teníamos claro que algo que buscamos es poner el foco sobre el sentido de clase y género que tiene esta fecha en su origen.
Queremos abonar a recuperar la memoria histórica, no como una efeméride sino porque somos conscientes de que esto es necesario para hacerle frente a la precariedad en que cada día viven más mujeres trabajadoras. Hecho que la pandemia por COVID-19 ha profundizado aún más.
Desde que me comisionaron para participar en esta charla me pregunte que podía compartir. Yo quisiera situar lo que significa para mí el tomar conciencia de clase y de género sobre cómo es que el capitalismo y patriarcado atraviesa la vida de las mujeres trabajadoras.
Vengo de una familia migrante, mi pueblo es conformado en gran parte por población que tiene pariente en los Estados Unidos. Familias partidas en dos por las fronteras, el muro y el odio racista. Porque mientras los capitalistas nos hablaban de libertad y de acabar con las fronteras se les olvido aclarar que esto era solo para las mercancías e inversiones, no para las personas. Como siempre, salvaguardar las vidas no se corresponde con el interés de acumulación capitalista.
Antes de tener que migrar mi madre trabajó en una maquila y cuando tenía 9 años me contaba, al llegar cansada de su jornada de trabajo, que a ella le pagaban su salario diario con menos de lo que valía en el mercado uno de los pantalones que producían durante una jornada que llegaba a rebasar las 10 horas en la maquila.
Las palabras de mi madre han permanecido siempre en mi cabeza. Y retumbaban con mayor fuerza cuando en mis múltiples empleos: como trabajadora de maquiladoras de zapatos en mi pueblo, como empacadora de fruta en los estados unidos o como reportera en la ciudad de Morelia, observaba las precarias condiciones de mías y de mis compañeras.
Esto lo señalo, porque me interesa retomar algo que para el feminismo es muy importante, que es situar desde donde partimos, que nos atraviesa a la hora de generar nuestras posturas como feministas o a la hora de escribirlas.
También porque esta idea me permite recuperar lo que, para mí como parte de una colectiva de mujeres feministas y socialistas, significa el retomar a la clase como un elemento importante para el movimiento feminista hoy.
Y es que yo no puedo separar, mi activismo con esta conciencia que me ha dejado de dónde vengo, ya que esto marca lo que quiero contribuir a construir en colectivo con todas mis hermanas de lucha y de clase.
Esto explica también porque cuando llegue a la universidad y leí y comente ese celebre libro, titulado El Capital de Carlos Marx, cuando hablamos de la explotación, del tiempo de trabajo excedente en la jornada laboral, tasas de plusvalía y tasa de ganancia, de la enajenación, la subsunción etc. Algo hizo clic en mí, de pronto vi una parte de mi vida y de la vida de las mujeres a mí alrededor, plasmada.
De ahí viene mi conciencia de clase. Mi decisión y convicción de nombrarme, asumirme y reconocerme como una mujer socialista.
En este mismo espacio conocí y tuve la oportunidad de comenzar a estudiar feminismo con campaneras valiosísimas. Ahí también pude repensar lo que significa ser una mejer de clase trabajadora. Vi en mi madre, las madres de mis amigas las dobles jornadas, el doble resero machista para plantear expectativas y objetivos diferenciados en mujeres y hombres. Entendí que la violencia contra nosotras tiene un origen patriarcal, pero que este sistema se hace uno con el capitalista. Para lograr sobre la base de un trabajo no remunerado y no reconocido en el hogar, una estructura productiva, que enriquece a una minoría a costa de cargar las crisis sobre las espaldas de una mayoría, principalmente de las mujeres trabajadoras.
Hoy en pleno crecimiento de la Cuarta Ola del Movimiento Feminista –si usamos este esquema que queda muchas veces corto- es necesario recalcar la pluralidad que existe en el movimiento feminista y rechazar los intentos de meterlo en la caja de una visión, que borran la pluralidad de lo que somos como colectivo. Y porque es necesario señalar, aquí recupero las palabras de Angela Davis.
“Desde que me reconozco como feminista me ha quedado claro que cualquier feminismo que privilegia a aquellas que ya tienen privilegios, está destinado a ser irrelevante para las mujeres pobres, mujeres de clase trabajadora, mujeres de color, mujeres trans o mujeres trans de color. Si los estándares del feminismo son creados por aquellas que ya han ascendido en las jerarquías y están tratando de hacer el último ascenso a la cima, ¿cómo puede ser eso relevante para las mujeres que están en la parte inferior? La esperanza revolucionaria reside precisamente entre las mujeres que han sido abandonadas por la historia y que ahora se ponen de pie y hacen que se oigan sus reivindicaciones. Yo realmente creo, y los hombres deberían aplaudir esto, que esta es la era de las mujeres. Yo realmente creo eso. Y no me refiero a las mujeres que solo tienen que romper el techo para llegar a donde quieren, sino que me refiero a las de abajo. Las mujeres pobres, las mujeres negras, las mujeres musulmanas, las mujeres indígenas, las mujeres trans.” [Fin de la cita]
En este sentido, estamos convencidas que debemos reivindicar el 8 de marzo como una conmemoración surgida de la lucha de las mujeres obreras, porque una buena parte de la población femenina padece la opresión que genera el vivir en un sistema patriarcal amalgamado profundamente con la explotación cotidiana que la mayoría de las trabajadoras vivimos en el capitalismo.
Así esta lucha es una expresión de la pertenencia de clase y de género, de la mayoría de las mujeres. Por lo que un feminismo que no contemple esta unión tanto de demandas laborales y que no exija el mejoramiento de las condiciones de vida de las mujeres trabajadoras, que no haga suya la lucha contra la desesperación que genera la precariedad que motivo la organización y lucha de aquellas mujeres de principio de siglo pasado, pero las de este también, no nos incluye.
Defiendo que este es el sentido que la socialista alemana, Clara Zetkin, tenía cuando propuso en el encuentro de mujeres socialistas, realizado en Copenague, Dinamarca en 1910, retomar un día para conmemorar y mostrar solidaridad con las luchas de las mujeres obreras que se organizaban en huelgas en contra de la explotación capitalista.
Segundo: El Covid 19 profundizó la precariedad la vida de las mujeres trabajadoras
Mencione que el capitalismo y el patriarcado se han fusionado para reproducir e incrementar los grados de explotación y opresión de las mujeres, y que el Covid profundizo esta situación. Y hay datos que lo corroboran:
El CONEVAL estimó en enero pasado que una de las consecuencias del Covid-19 es que en Mexico, 9 millones 800 mil personas se sumaron a la condición de pobreza y más de la mitad son mujeres.
Lo anterior se debe, de acuerdo a estimaciones del mismo CONEVAL, a que unas 3 millones 200 mil trabajadores y trabajadoras perdieron sus empleos en el periodo de marzo hasta agosto de 2020. Esto represento el 64 por ciento del total.
En lo que refiere al sector informal, que alberga a más de 10 millones de mujeres trabajadoras (sabemos que el trabajo informal, es decir donde no hay contratos ni cumplimientos de los derechos que por ley corresponden), la pérdida de empleos por la pandemia fue mayor en mujeres que en hombres. En el caso de los hombres se perdieron 1.3 millones trabajos, pero en el caso de las mujeres se perdieron 2.3 millones.
El impacto de mayor pérdida de empleos en mujeres, aunque puede tener muchas explicaciones tiene una razón fundamental: las mujeres se emplean en el mercado laboral en condiciones de mayor precariedad salarial; más flexibles, es decir, más fácil de ser despedidas; y por lo tanto, con menos certidumbre y estabilidad laboral.
Veamos el tema de la precarización salarial. Se estima que en Mexico la población trabajadora asciende a 52 millones, de estos, estos 32 millones son hombres y 20 millones mujeres.
Si observamos a la clase trabajadora por el sector que gana hasta un salario mínimo, vemos que el 10 por ciento de los trabajadores masculinos se encontraban en esta situación, mientras que en el caso de las mujeres la cifra aumenta hasta el 22 por ciento. Es decir, el doble. Y esta situación es una constante por lo menos desde 2005.
Si analizamos los siguientes niveles de ingreso observamos que mientras más alto es el nivel salarial, más crece proporcionalmente la ocupación masculina. La precarización salarial es un fenómeno general, pero que tiene mayor impacto en la parte de la PEA de mujeres.
Esta situación es resultado de que las mujeres trabajadoras nos incorporamos al mercado laboral con una carga doble. Al mismo tiempo que participamos en el trabajado, somos las responsables del trabajo doméstico y de cuidados.
La jornada laboral que debemos cumplir es doble. Buena parte de nuestro tiempo se dedican a este tipo actividades, un 65 por ciento frente a un 22 por ciento del que destinan los hombres.
Un dato que se mostró claramente durante esta pandemia, es que las mujeres trabajadoras somos las responsables de tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado.
La carga de trabajo no remunerado en el hogar presiona a las mujeres trabajadoras a aceptar condicione labores más flexibilizadas y por tanto precarizadas.
Es interesante e indignante ver como este trabajo se encuentra invisibilizado. Un ejemplo de ello es que el INEGI, distingue a la población mayor a los 14 años en dos grupos. PEA (Población Económica Activa) y PNEA (Población No Económicamente Activa).
De la PEA hablamos párrafos arriba. Pero de la PNEA, no.
Según el INEGI, la PNEA, asciende a 43 millones. Y de estos, 30 millones son mujeres. De las 30 millones de mujeres que según el INEGI no son económicamente activas, 6 millones no lo son porque aunque buscan trabajo no encontran, y las otras 24 millones de mujeres se dedican al trabajo del hogar. Ese trabajo que cuando todo para, como en el Gran Confinamiento por el Covid, se intensifica y que recae principalmente en las mujeres.
Ese trabajo que, aunque INEGI no lo contabiliza como económico, representa 22.8% del PIB y vale 5.6 billones de pesos.
¿En quién recaen los trabajos de cuidados durante esta pandemia: abuelas, madres, hermanas, tías o hijas?
La situación de mayor flexibilidad y precariedad laboral, y dobles jornadas laborales que realizamos millones de mujeres no es por moral o gusto o por amor, es porque el patriarcado y capitalismo ha puesto todo esto sobre los hombros de mujeres para incrementar las utilidades privadas.
Tercero: El 8 de marzo y el feminismo de clase.
El panorama anterior nos demuestra que hoy más que nunca reivindicar el 8M y con él, el ejemplo de las mujeres que le dieron origen implica recuperar su sentido de clase. Es decir, el carácter que le otorga el ser una reivindicación de las mujeres trabajadoras.
Esta fecha nos permite repensar nuestras condiciones de vida y lo poco que el actual modelo económico nos ofrece, solo así nos plantearemos que queremos para nosotras y para la que viene después de nosotras. Por eso el feminismo que reividicamos es socialista, anticapitalista, antipatriarcal, antiracista, anticolonialista y antiimperialista. Esto es para nosotras un feminismo radical, que es incluyente, que tiene una perspectiva desde las trabajadoras y los pueblos.
Si se omite que la opresión patriarcal está inherentemente vinculada al capitalismo, que es parte de una totalidad histórico social que no puede ser fragmentada y que, por tanto, no se puede acabar con él, sin acabar con el capitalismo. Este feminismo no es radical y por tanto no puede apoyar la lucha por la emancipación de las mujeres trabajadoras.
Las mujeres obreras de las maquiladoras no pueden entender la emancipación y eliminación de su opresión como mujeres, sin considerar la explotación a la que están sometidas. La dictadura que la máquina ejerce sobre los ritmos y movimientos del cuerpo de la obrera (y del obrero), hacen de la idea del control y empoderamiento sobre el propio cuerpo, una aspiración inalcanzable en el capitalismo. Para los millones de mujeres proletarias que trabajan en la precarizada industria textil, en el mundo invisibilizado del trabajo doméstico y de cuidados, como esclavas sexuales o víctimas de la trata, la posibilidad de participar en la repartición del poder está impedida por su condición de clase.
De la misma forma, para las mujeres indígenas es difícil hablar de eliminar la opresión si no se considera el fin del saqueo y explotación que el colonialismo y el imperialismo imponen sobre sus vidas y sus comunidades.
En las recientes movilizaciones contra el racismo en los Estados Unidos, se ha visibilizado que la discriminación de la comunidad afroamericana no es un error del sistema de justicia americana, sino que el sistema mismo es el problema, ya que está construido con base en la racialización de los criterios de justicia de las instituciones del Estado. La violencia estatal racista es estructural a la fuerza policial, porque, como diría Angela Davis: “el racismo está inherentemente vinculado al capitalismo”.
La guerra, la pobreza y el cambio climático resultantes de la acumulación de capital, han impulsado verdaderos éxodos de millones personas que buscan algunas condiciones para sobrevivir. Sin embargo, en distintas partes se ha desatado una fuerte oleada de discriminación contra las poblaciones migrantes, a las que erróneamente se les responsabiliza por las condiciones de precariedad laboral y superexplotación de las que sólo se beneficia la patronal y la violencia que amenaza sus vidas.
El capitalismo aprovecha las condiciones de las mujeres migrantes, obreras, indígenas y racializadas, sometiéndolas a dobles y triples cargas de trabajo, demostrando que las tareas de los cuidados son un problema de clase, raza y condición migratoria.
De ahí que solo feminismo que luche contra el racismo (que es otro tema que merece toda nuestra atención), puede entender las opresiones propias de las mujeres afro e indígenas, solo un feminismo que luche contra el imperialismo extractivista puede hermanarse con las demandas de las mujeres defensoras del territorio, en su mayoría también indígenas, solo un feminismo que luche contra la explotación a la que esta sometidas las mujeres trabajadoras, puede hermanarse con estas y sus luchas cotidianas, además de pensar en acabar con todas las formas de opresión y explotación. Esto requiere de un dialogo tejido desde abajo.
Es por eso que pugnar por recordar las enseñanzas que nos deja el origen del 8 de marzo es hoy más que nunca importante y necesario. Estamos en la ruta de una verdadera revolución feminista del mundo, la cual tiene como limite el que nosotras le queramos poner. Nosotras, como muchas, pensamos que el feminismo es una poderosa arma transformadora, El reto esta poder imaginar de forma colectiva el mundo que queremos.
El feminismo hoy, debe ser una herramienta de transformación radical de la sociedad patriarcal y capitalista, no un mecanismo que ayude a que nuestras opresores y explotadores también tengan rostro de mujer. Es por eso, que ampliar la presencia e influencia política del feminismo socialista, es una necesidad urgente, si pretendemos que nuestra lucha por la emancipación de la mujer sea eficaz y efectiva.
Retomando la idea de la socialista alemana, Rosa Luxemburgo, de quien ayer conmemoramos los 150 años de su natalicio, las socialistas “luchamos por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”.
[1] https://www.elfinanciero.com.mx/economia/las-mujeres-en-mexico-son-las-mas-afectadas-por-desempleo-ante-pandemia-de-covid-19
[2] https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/enoe/15ymas/doc/enoe_n_nota_tecnica_trim3.pdf
[3] https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/enoe/15ymas/doc/enoe_n_nota_tecnica_trim3.pdf
[4]:

[4] https://www.jornada.com.mx/2020/12/03/economia/027n2eco
[5] https://www.jornada.com.mx/2020/12/03/economia/027n2eco
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matrioskas.org@gmail.com
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