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El 8 de marzo celebramos el día internacional de las mujeres trabajadoras. Sin embargo, más allá de las campañas propagandísticas y de mercadotecnia, el papel de la mujer trabajadora aún es profundamente invisibilizado, precario y subvalorado.

La invisibilizacion del trabajo de la mujer se expresa fundamentalmente, en que este, no es considerado como parte sustancial de la sociedad. El trabajo femenino ha sido históricamente omitido, dicha omisión responde a los intereses de un sistema patriarcal y capitalista, en el cual una parte del trabajo necesario para la reproducción de la vida humana no goza del reconocimiento social. Para la economista Cristina Carrasco, esto se debe a que “por un lado en cualquier sociedad, el grupo dominante (delimitado por criterios de raza, sexo, etnia, etcétera) define sus valores y su concepción del mundo, y por otra parte, en un sistema capitalista que oculta la relación que tiene el trabajo doméstico y la producción de mercancías lo que le permite desplazar parte de los costos de la producción capitalista a la esfera doméstica”.

Un ejemplo de la invisibilizacion del trabajo  de las mujeres lo tenemos en las cuentas nacionales, donde el trabajo doméstico no se considera como trabajo en todas las estadísticas nacionales, por ejemplo, en la encuesta nacional de ocupación y empleo se señala que para el año 2012 existen 25 millones 322 mil 329 mujeres, consideradas como población inactiva, este concepto abarca según el INEGI a aquellas personas de 12 años o más que no participan en la producción de bienes y servicios porque no necesitan, no pueden o no están interesadas en tener actividad remunerada. Personas que se ocupan de su hogar: personas que, sin ejercer ninguna actividad económica, se dedican a cuidar sus propios hogares; por ejemplo, amas de casa y otros familiares que se encargan del cuidado de la casa y de los niños.

El trabajo doméstico al cual las mujeres fueron históricamente relegadas ha sido olvidado al no ser considerado trabajo. La incorporación de las mujeres al trabajo remunerado se ha dado en condiciones desiguales y desventajosas con respecto a los hombres, la socióloga Irene Casique señala que “en México la incorporación masiva (de las mujeres) al mercado laboral no ha garantizado mayor autonomía y poder de decisión de las mujeres en el seno familiar”. Las ramas en las que se incorporaron son ramas donde el trabajo es precario y desvalorizado.

Sistemáticamente, en las ramas de la economía,  las mujeres reciben menos salario por las mismas actividades realizadas que los varones. Este proceso conlleva a una subvaloración del trabajo femenino.

Para el 2011 se estimaba que la mujer debería de incrementar su salario en un 31 por ciento en las ramas industriales para ganar lo mismo que los hombres, en las ocupaciones profesionales las mujeres ganaban 17 por ciento menos, y en las actividades laborales relacionadas con el comercio las mujeres ganaban 15 por ciento menos salarios.

Además la reforma laboral aprobada en el año 2013 en el que se aprueba el outsourcing y la flexibilidad de la jornada laboral genera condiciones a un más adversas de trabajo para las mujeres ya que precarizan a un más el salario. Es necesario señalar además que esta reforma tenía como uno de sus justificantes discursivos el “mejorar las condiciones” para que las mujeres se incorporaran al mercado laboral, sin embargo especialistas han señalado que  no se atiende a las necesidades reales de las mujeres y por el contrario se empeoran sus condiciones laborales.

En México para el 2010 el 70 por ciento de la población femenina de 15 años o más eran madres, de estas, el 93 por ciento estaban vinculadas a la producción de bienes y servicios y el 35 por ciento se encontraban en el sector informal es decir que no tenía ninguna prestación. Estas cifras nos hablan de las condiciones de precariedad laboral que tienen las mujeres. En México en 2013 había 53.3 millones de pobres de los cuales la mayoría son mujeres.

Como Cristina Carrasco señala “las sociedades patriarcales capitalistas han privilegiado el beneficio económico por encima del sostenimiento de la vida humana”, por lo que, no se puede aspirar  a que dentro de este sistema se puedan superar las condiciones de opresión y explotación de las mujeres, ni tampoco las de los hombres, es necesario plantearnos la necesaria superación del actual estado de las cosas. De ésta manera, para nosotras las feministas socialistas, las tareas de educación, agitación, organización y propaganda deben ir encaminadas en este sentido.

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