La pobreza en el mundo tiene rostro de mujer
Erika del Carmen González Huacuz[1]
La feminización de la pobreza es un fenómeno que el feminismo viene nombrando desde la década de los setentas del siglo pasado, para describir la creciente situación de pobreza material de las mujeres alrededor del mundo. En este sentido se estima a grosso modo que el 70 por ciento de las personas que viven en situación de pobreza pobreza son mujeres.
Hoy día, algunas de las características específicas del trabajo de estas mujeres consiste en la flexibilidad, capacidad de adaptación a entornos laborales diversos, fácil retención o despido según sea el caso, disposición a trabajar dentro de horarios irregulares o parciales, a domicilio y bajo condiciones en general carentes de seguridad, entre otras. Estas características se asumen como condiciones necesarias para el capitalismo actual.
El término “feminización de la pobreza”,nos sirve para describir esta realidad y en este sentido encuentra su origen en los trabajos de Diana Pearce (1978), en específico el titulado “The feminization of poverty: Women, Work, and welfare” el cual consistía en una descripción estadística de las características de los hogares encabezados por mujeres en EEUU ya que estos habían aumentado considerablemente para los años setenta. Dicho estudio buscaba la correlación de este fenómeno con la pauperización de dichos hogares con base en el término de pobreza tal como lo conoce la economía clásica (es decir a partir de la medición de los ingresos).
Análisis estadísticos sobre la situación actual y pasada han demostrado que este proceso se recrudece conforme se van recrudeciendo las características del sistema capitalista de explotación y despojo. A esto se suma una serie de situaciones propiciadas por el sistema heteropatriarcal y la división sexual del trabajo, es decir, la feminización de la pobreza no es un fenómeno fortuito, si no que corresponde a una serie de procesos sociales y económicos que a su vez se enmarcan en contextos geográficos y temporales que determinan lo “socialmente construido para las mujeres”, o el rol que tienen las mujeres en la sociedad.
Se plantea bajo el enfoque de Pearce (1978) que existen dos grandes grupos de mujeres que sufren pobreza material, a saber: 1) Aquellas mujeres que son pobres dentro de hogares encabezados por varones; 2) Mujeres “empobrecidas por derecho propio” es decir, mujeres jefas de hogar o solteras. Esta clasificación, aunque ha sufrido críticas a través de los años, sigue siendo la forma en que las instituciones plantean en términos estadísticos su metodología.
Desde entonces, los artículos posteriores sobre este concepto han analizado la posición de desigualdad en que las mujeres obtienen ingresos, ya sea a través del trabajo formal, los esquemas de seguridad social proveídos por el estado o aquellos provenientes del núcleo familiar. En el filo del debate al respecto, se encuentra el tema de la independencia económica de las mujeres, y cómo bajo el esquema heteropatriarcal, dicha dependencia se encuentra en los hechos cuestionada por situaciones de diversa índole que bien pueden ser culturales, políticas o económicas y que sin embargo se plantean como sistémicas. Es decir, que posición juegan las mujeres en el mundo y como es que se relacionan con los otros en términos económicos.
Un punto de quiebre histórico en este sentido, se dio a partir de los años ochenta (Aguilar, 2011), en los que por un lado se podían observar alrededor del mundo una serie de reformas culturalmente conservadoras y económicamente restrictivas que planteaban la libertad de mercado alrededor del mundo, y por otro lado, la cada vez mayor liberación de las mujeres a partir de lo propuesto por la segunda ola del feminismo, es decir, una mayor cantidad de divorcios y libertad para las mujeres de hacerse cargo de sus hijos y mantenerse sin pareja o formar un núcleo familiar sin la participación económica de un varón.
En este sentido, se puede trazar una línea de unión entre las políticas de ajuste estructural del sistema a partir de la puesta en práctica del neoliberalismo y la creciente pauperización de las mujeres, y es que los recortes a los sistemas públicos de salud, de educación, vivienda entre otros impactan de manera negativa y directa sobre las vidas de las mujeres, en especial de las mujeres trabajadoras, lo cual se traduce en precariedad laboral y el desmantelamiento de los servicios públicos.
Dentro de la aplicación de dichas reformas, por ejemplo, los distintos trabajos de cuidado y reproducción que antes cubrían en parte los servicios públicos (centros de atención infantil, para ancianos, guarderías y escuelas, etc.) son históricamente relegados por el Estado. Como consecuencia, existe una necesidad de que éste trabajo vuelva a producirse exclusivamente en los hogares, donde lo desempeñan fundamentalmente las mujeres. Este papel en el hogar entra en contradicción con la incorporación de las mujeres al mercado laboral, situándonos en una tensión permanente entre dos mundos que se nos presentan como incompatibles.
Sin embargo, este no es el único eje sobre el cual podemos entender el fenómeno de feminización de la pobreza, ya que es necesario además poner hincapié en que dicha situación se agrava conforme le vamos sumando al análisis las categorías de clase, raza, religión y nacionalidad entre otros. Debates que fueron comenzados alrededor del mundo a partir de las discusiones tanto de la academia como de las organizaciones internacionales como la ONU en el marco de lo que se conoció como “la década de la mujer” que abarcó una serie de actividades y foros internacionales de los años 1975 a 1985.
Ya a mediados de la década de los 90, la “feminización de la pobreza” la podíamos encontrar como eje de estudio y de acción de los Estados, dentro de sus políticas públicas y su combate como requisito y candado del financiamiento de los organismos internacionales hacia los países, especialmente por parte del Banco Mundial (BM) y del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (Aguilar, 2011). Es importante mencionar la conocida como “Conferencia de Beijing” sobre mujeres organizada por la ONU, puesto que se plantea como parte aguas en la demanda generalizada desde las instituciones de reducir la pobreza de las mujeres, aunque con algunas limitaciones (Anderson, 2003).
Se mantienen en el debate dos problemáticas específicas; 1) Las mujeres jefas de familia; 2) La maternidad precoz (es decir, madres jóvenes, solteras y solas); y se generaliza tanto en los estudios académicos como en las instituciones nacionales de estadística la desagregación de datos por sexo que da la posibilidad de analizar de manera cuantitativa lo que hasta ese momento sólo se había descrito de manera cualitativa, es decir, la existencia de una base estadística sólida sobre la situación de las mujeres permitió dar peso a los problemas que hasta el momento dentro de las instituciones se creían existían de manera aislada.
En términos prácticos, la noción de feminización de la pobreza, os puede servir como herramienta de diagnóstico de la situación de las mujeres en una temporalidad determinada que sirva a los estados para orientar intervenciones de orden institucional con la finalidad de combatirla. Es así que desde distintas instituciones se pueden recoger estadísticas que nos indiquen el nivel de avance o retroceso de las políticas que tienen como objetivo buscar la igualdad de condiciones entre hombres y mujeres.
En este sentido, algunos datos:
- En términos generales, la feminización de la pobreza se ha incrementado 11 puntos en América Latina, las generaciones más pauperizadas son las que van de los 20 a los 59 años de edad.
- Para finales de 2017 Amnistía internacional (AI) (AI, 2017) señalaba que las mujeres tienen una mayor probabilidad de caer en la pobreza, considerando que hay 18 porciento más de mujeres pobres que están a cargo de un hogar.
- En cuanto a educación el PNUD señala que “Sin en el mundo hubieran sólo 100 personas, 15 adultos serían analfabetos y de ellos 10 serían mujeres” (AI, 2017).
- Sobre discriminación y exclusiones sociales, la Organización Internacional del trabajo (OIT) señaló que en América Latina sólo un 56 por ciento de las mujeres trabaja de manera formal.
- Además existe una brecha salarial promedio de la región de 22 porciento, además de que a decir de Phumzile Mlanbo, la directora ejecutiva de ONU Mujeres “Más de 18 millones de mujeres de la región están empleadas como trabajadoras domésticas; la mayoría de manera informal, con derechos limitados y poca seguridad laboral”. Con cifras de el 19 porciento carece de ingresos propios y dedican aproximadamente 33 horas al trabajo no remunerado por semana.
- La participación política también se reconoce como un factor que incentiva la feminización de la pobreza, y en este sentido, a escala mundial existe una pobre participación de las mujeres en puestos de toma de decisiones, con una presencia en los gobiernos a escala mundial de apenas el 7 por ciento y en los parlamentos del 12 por ciento.
La lista de desigualdades en la caracterización de las condiciones actuales de las mujeres en el mundo y en la región es inmesa, sin embargo estos son sólo algunos datos estos son solo algunos datos. Hoy día no solo es posible, si no necesario realizar estos diagnósticos en cualquier ámbito con la finalidad de contrastar y definir estrategias de combate a la pobreza. Sin embargo, no debemos de perder de vista el objetivo fundamental de realizarlos ya que se corre el riesgo de que la masa de datos producto de nuestras investigaciones resulte en un cascaron que solamente describa nuestra propia miseria.
Es importante delinear que somos las mujeres pobres el sector más desprotegido de la población mundial y por lo tal es nuestro deber plantear la agenda feminista en todos los niveles de discusión. Nuestra participación más activa permitirá plantear las necesidades concretas que tenemos las mujeres en cuanto a la creación y puesta en práctica de políticas públicas encaminadas a buscar no solo la igualdad de condiciones entre los sexos, si no también del pleno desarrollo humano.
Bibliografía.
Aguilar, P. (2011). La feminización de la pobreza: conceptualizaciones actuales y potencialidades analíticas. Pesquisa teórica. Recuperado de: http://www.scielo.br/pdf/rk/v14n1/v14n1a14.pdf
Amnistía internacional, (2017). Perspectiva de género para combatir la feminización de la pobreza. Recuperado de: https://www.amnistia.org/ve/blog/2017/08/3403/perspectiva-de-genero-para-analizar-la-feminizacion-de-la-pobreza
Anderson, J. (2003). Diálogos de los conceptos de “conceptos claves”. Desafíos conceptuales de la pobreza desde una perspectiva de género. Recuperado de: www.eclac.org/mujer/reuniones/pobreza/PonenciaJeanineAnderson
Pearce, D. (1978). The Feminization of Poverty: Women, Work and Welfare. Urban and Social Change Review, Washington.
[1] M.C. N. I. por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. E-mail: erikaghuacuz@gmail.com
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matrioskas.org@gmail.com
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